domingo, 19 de junio de 2011

Epidemia de indignación


Al parecer el virus de la indignación se hace resistente al antibiótico de la indiferencia, el contagio hace unos días de varios ilustres (e ilustras – va por ti Bibiana, porque tu lo vales) diputadas del parlamento catalán, que comprobaron en sus propias carnes el grado de virulencia del virus cuando grupos de jóvenes decidieron impedir por las buenas o por las malas su acceso al parlamento; a la vista de la malignidad del virus, toda la clase política (izquierda, derecha, centro y otras lindezas) se ha puesto de acuerdo (cosa que sucede en contadísimas ocasiones) para atajar la epidemia poniendo todos los medios para contener y someter al virus (a esta hora no me consta ninguna declaración de la ministra de los virus, perdón de sanidad, supongo que andará liadísima con su declaración de la renta).

Desde que ayer la clase política vio como las pacíficas sentadas y manifestaciones populares degeneraban en actos que ponían en riesgo su estado del bienestar, he asistido a puesta en escena sólo al alcance de aquellos que controlan y disponen a su antojo de los medios de comunicación, se han despachado a gusto señalando con dedo acusador a los que osaron emplear algo más que pancartas con rimas resultonas para manifestar su descontento, han manifestado la ilegalidad de sus actos, han empleado variedad de adjetivos para situarlos en la marginalidad e ilegalidad, incluso el colmo lo ha puesto un parlamentario catalán que afirmaba que no eran catalanes (también harán de esto un cuestión nacionalista).

El ilustre Presidente del Congreso, D. José Bono, manifestaba que las fuerzas policiales deben actuar con contundencia contra este tipo de actos, supongo que pensará en ese momento en el apoyo sin tapujos de España a los indignados de Libia, Siria, Egipto, etc. Que descuido el mío, esos países son gobernados por dictadores que deben ser depuestos por cualquier medio, mientras que nosotros vivimos en un estado democrático, donde la voluntad popular se manifiesta cada cuatro años en unas elecciones libres, donde nuestro gobierno estatal (también los autonómicos) cumplen la voluntad del pueblo y gobiernan siempre con la vista puesta en mejorar nuestras condiciones de vida que para eso los votamos, ¿verdad? será esto que hace dos días se desestimó en el Congreso de los Diputados tramitar una proposición de un grupo parlamentario para reformar la ley hipotecaria para que la entrega de la vivienda salde la deuda adquirida con el banco, supongo que los diputados y las diputadas son conscientes del número de desahucios pero claro igual les resulta doloroso perjudicar a los pobres banqueros que con toda su buena fe concedieron miles y miles de hipotecas por importes de vértigo, lo hicieron por ayudar a que la gente tuviese un hogar, sin embargo ahora ven como esa misma gente deja de pagar sus préstamos y esos buenos banqueros no tienen más remedio que arrebatarles esos hogares y ponerles una soga al cuello, en forma deuda vitalicia, como recuerdo de su relación.


Supongo que para la clase política de este maravilloso país ha sido una sorpresa el hecho de que alguien se atreva a llegar hasta donde se ha llegado, confiaban en que las sucesivas reformas del sistema educativo estaban dando sus frutos al generar una generación de analfabetos más preocupados por el saldo móvil, por el botellón patrocinado por el ayuntamiento de turno o por el último mensaje en Twiter de algún descerebrado, estaban tranquilos porque esta generación adiestrada en la ignorancia impuestas por el sistema, nunca sería una seria amenaza para sus fines y ahora ante un pequeño conato de incendio están dispuestos a poner en alerta a todos los parques de bomberos para que eviten nuevas llamaradas que puedan poner en riesgo su estatus, sus privilegios y forma de vida.

He escuchado a varios políticos argumentar que la violencia o la coacción no son vías para el cambio y que son inadmisibles en nuestra sociedad, perfecto, estoy totalmente de acuerdo y por ello les ruego que me indiquen por que medio, no me cuenten el chiste de las elecciones, podemos influir los sufridos ciudadanos en las decisiones que adoptan los gobernantes, visto claro está que no es suficiente con que se manifieste nuestra voluntad de forma pacífica o que se presenten iniciativas respaldadas por cientos de miles de ciudadanos y en la forma dispuesta en nuestras leyes, pues estas son vías muertas, instrumentos ideados por los políticos que manejan a su conveniencia.

Hoy destacados dirigentes políticos salen a la palestra en medios de comunicación de ámbito nacional, autonómico y seguro que hasta local para lamentar, criticar y arremeter contra lo sucedido ayer, pero podría cualquier ciudadano llegar a esos mismos medios, exponer sus pensamientos y críticas, evidentemente no.

Quizás debamos encontrar otros instrumentos para cambiar la actual sociedad, que en mi opinión adolece de una grave crisis de egoísmo y al tiempo de esclavitud en grado máximo; nos hemos convertido en esclavos de nuestras necesidades, no vemos más allá de nuestras narices, somos inflexibles y respondemos casi exclusivamente a estímulos económicos y de posesión. La economía global, los medios de comunicación y las comodidades que tenemos han sembrado en nuestra mentes el miedo, miedo a perder todo eso que ahora llena nuestras vidas, el trabajo, el coche, la casa, la luz, el gas, Internet y mil cosas más, somos esclavos de todas y cada una de ellas y eso nos impide actuar libremente y observar con imparcialidad todo lo que nos rodea.

El cambio sólo será posible si cada uno comienza por analizarse a si mismo, ver en que medida es cómplice del sistema y también en que media está dispuesto a cambiar. Serán esos cambios individuales los que si podrían provocar cambios a gran escala, por lo tanto es responsabilidad de cada uno y no sólo de aquellos que por circunstancias en este momento nos gobiernan o de aquellos otros que guardan nuestros ahorros y no cobran nuestra hipoteca, o del que nos vende esas fantásticas zapatillas o ese móvil de última generación fabricados en algún país asiático por personas que viven en condiciones miserables. Cambiar es posible pero que nadie piense que es fácil, todo lo contrario, por supuesto es cierto que carecemos de líderes políticos capaces de motivar y canalizar cualquier iniciativa en este sentido o cuando menos que muestren mayor sensibilidad con aquellos que los mantienen en sus puestos.